viernes, 1 de mayo de 2020

ME CANSÉ DE TOCAR EL MISMO BLUES, PERO NO PUDE HUIR DE ÉL

Es muy importante leer la historia y después escuchar la canción, nunca alterar el orden.

Me llamo Juan. Mi vida hasta el 15 de abril de 2001 era monótona, rutinaria, ociosa, relajada, aburrida y plagada de automatismos, pero aquel domingo nació en mí una ilusión, una esperanza.
Cada día los mismos paseos, las mismas charlas. Mi mejor amigo es mi perro, al que quiero mucho, pero no me atrae nada, sexualmente hablando; igual me pasa con María, mi mujer. En un principio hacíamos el acto los sábados de 12 a 2 (no me refiero a dos horas de fornicación, me refiero a que este era el horario destinado a este hacer y, si nos dormíamos, lo dejábamos para el siguiente sábado). Solíamos hacerlo algo ebrios, ya que nos metíamos a la cama después de haber salido y tomado unas copas. En los bares, me gustaba observar cómo mi mujer miraba a otros hombres, me refiero a ese tipo de mirada que tiene un significado especial, especial sobre todo para nosotros. Yo también hacía lo mismo, además de coquetear y hacerme el interesante. La vuelta de estas veladas siempre era entre risas y recuerdos de los cuerpos deseados. Apagábamos la luz y jugábamos a un juego que consistía en cambiarnos los nombres y a la vez imaginar los cuerpos de nuestros amigos/as junto a nosotros. Claro que, después de 15 años, la cosa es que nos hemos aburrido hasta de imaginar esos cuerpos, que dicho sea de paso se han estropeado bastante. No recuerdo cuando dejamos de jugar. Cada vez son más los sábados que nos metemos en la cama cada uno por nuestro lado, dándonos la espalda y sin ni siquiera hablarnos (bebemos más). Los domingos me despierto, me levanto, me ducho, tomo un café y salgo a pasear con Trueno (el perro, que también ha envejecido mal). Mi recorrido dominical es más largo que el de los demás días, monótono. Salgo de casa desde la calle de la Miel a la calle Barreres. En la esquina, pipí. Llego a la plaza y sigo por la calle Talamanca, giro a la derecha; en la esquina, pipí. Enfilo hacia la plaza de la Reforma, la Seo a la izquierda, caca, bolsa, papelera, monótono. Bajo al paseo del río, pipí, pipí, caca, bolsa, papelera, pipí. Vuelta a casa, rutina. Recto hasta la plaza Santo Domingo, cojo un periódico, me siento en la terraza de las Vegas, pido una cerveza, ocioso. Hasta el periódico parece el mismo semana tras semana; los políticos los mismos, el país mal, el Barça vuelve a ganar, últimamente me pido unas olivas machacadas, están ricas, diferente. Vuelvo a casa, la comida está lista, canelones, es primer domingo de mes, relajado. Están ricos, sospechoso. Deben ser de mi prima. Café, Trueno se come las sobras, vomita, papel de cocina, fregona, automatismo.
Sábado día 13 de abril, vamos al cine, pizzería Raviolo, muy rico, diferente. Bajamos al centro, bebemos, aburrido. Me fijo en una chica que está como un pan, observo que María se está fijando en el culo de uno que pide en la barra, babeando (María). Volvemos a casa, nos apareamos, relajado.
Domingo 14, salgo de casa con Trueno desde la calle de la Miel, giro a la calle Barreres, en la esquina, pipí. Llego a la plaza... estoy sentado en la terraza, ocioso. Me levanto y cojo una revista al azar, rompo la rutina, raro. Leo un anuncio que pone: María, 30 años, busco una relación con chico 1,80 y resultón. De repente me pongo a sudar, es curioso pero doy el perfil, nervioso, ilusionado, esperanzado...


Canción compuesta por Xavier Canal, título El Anuncio del disco Xiula la Bruixa, grupo La Ratonera.
Xavier Canal, voz, Miguel Ángel "Negro" Morales, guitarra, Coco Balasch, bajo, Andreu Monsó, batería


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