sábado, 2 de mayo de 2020

MIRADA PROFUNDA

    No voy a decir que sea mi músico favorito, lo mismo que nunca digo que éste es el mejor del mundo o éste el peor; pero si no lo es poco le falta, hoy sin lugar a dudas lo es, aunque mañana puede dejar de serlo y lo puedo olvidar temporalmente. Sus ojos. Es de los pocos músicos que reviso periódicamente de manera única. Cuando digo periódicamente, no quiero decir que sea algo que se repita a intervalos iguales en una fecha concreta de manera obligatoria. Llega como una llamada que viene de algún lugar recóndito, desde una lejana región estelar escondida en mi infinito universo interior, viene una o dos veces al año. Lo escucho de forma única, con exclusividad durante un tiempo, un periodo que puede ser de dos días o una semana, después lo abandono y lo alejo hasta sentir nuevamente la llamada. No tiene nada que ver con las ganas de escuchar un disco o una canción, es otro tipo de necesidad, necesito darle exclusividad absoluta, toda la música que oigo durante este periodo es suya, me impregno de Él. Él me pertenece y yo le pertenezco. Su mirada. En casa aún lo escucho en cedés, en mi equipo estéreo y en la calle lo llevo de paseo en mi iPod. Repaso todos sus periodos y estilos, desde Blue Train de la Blue Note hasta la grabación, descubierta en 1994, Stellar Regions de Impulse; desde estas composiciones que parecen casi ejercicios armónicos, con esos solos técnicos, hasta lo más free y el estado más espiritual donde se encontró muy cómodo y tocó como Dios. Un amor supremo. También escucho esos discos que grababa para contentar a la discográfica, eso no quiere decir que fuesen malos álbumes (no lo eran), pero a su vez era el salvoconducto que le daba la libertad suficiente para después hacer su música, para seguir su búsqueda vertiginosa. Baladas. También lo escucho en su época con Monk y este disco con Ellington. La época con Davis no la incluyo en estas escuchas, no lo meto en mi periodo de amor a John. La época Davis la guardo para otras ocasiones, porque Davis es otro de los que siento la llamada, pero con éste es de otra manera, con Miles nunca escucho todas sus épocas, no me obsesiona de tal manera, me sobra parte de sus discos.

Coltrane siempre con los ojos abiertos mirando al infinito.
No fue el único que donó su arte a Dios en la vasta historia de la Música, pero sí el único que le entregó el día a día, el paso firme y seguro de su improvisación, ofreciéndole el riesgo que conlleva improvisar, ofreciendo el perfeccionamiento del riesgo, ofreciéndole la poesía y el lamento en uno. Supremo. Eso le diferencia notablemente de otros que le entregaron una obra meditada en la tranquilidad que otorga la soledad, como por ejemplo fueron Bach o Mozart, por nombrar a dos de los innumerables músicos que lo han hecho durante siglos.
Coltrane se retiró por un tiempo y volvió a su hogar en busca de sí mismo. Volvió limpio y más creativo que nunca, limpio y con un nuevo objetivo. Amor Supremo. No quiero decir con esto que Dios sea el único camino, no intento convencer a nadie de nada, ni siquiera soy creyente, pero que funciona, es un hecho. Aunque creo que se puede llegar al mismo resultado por otros caminos y, lo que en realidad sucede es que, alguien que se ha encontrado a sí mismo y al que no le da miedo mirarse al espejo, es una persona nueva y tiene mucho más que ofrecer, además de ser mejor persona. John Coltrane. El copón de la baraja.

(historia escrita en septiembre de 2012) 


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