Esta foto muestra nuestros veraniegos pies, mientras estamos sentados en la plaza Sant Domènech de Manresa. Observamos las palomas, a los niños y niñas patinando, corriendo, en definitiva, jugando. Los mayores de cháchara o lo que sea. Cada uno en sus pensamientos, tanto nosotros como ellos. Yo, posiblemente, recordaría las tardes en que mi abuela me llevaba a dar de comer a las palomas en esta misma plaza, tirándoles migas de pan. Al ver el edificio al fondo, que diseñó el arquitecto Enric Sagnier, donde ahora está el Benetton, pero que antes albergaba una biblioteca, me vino a la mente cuando me tragué una moneda de un duro (5 pesetas, 0,0063€). Mi abuela, probablemente cansada de mis quejas y llantos, me llevó al médico, que también estaba en este singular edificio. Para llegar a él desde la plaza, había que cruzar un semáforo, que ya han quitado. Este fue el primero que se instaló en Manresa, después de varios atropellos, casi siempre de motos (el vehículo más común en aquel entonces). Tuvieron que poner un guardia urbano para explicar a la gente, tanto peatones como conductores, quién debía pasar en cada momento. Eso es lo que yo pensaba mientras María y Belén se sumían en sus propios pensamientos. Otras cosas.
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