Nuestra
vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir, sin nuestra
anuencia previa, náufragos, en un orbe impremeditado. No nos hemos
dado a nosotros la vida, sino que nos la hemos encontrado con
nosotros. Un símil esclarecedor fuera el que de alguien que,
dormido, es llevado a los bastidores de un teatro y allí, de un
empujón que le despierta, es lanzado a las baterías, delante del
público. Al hallarse allí ¿qué es lo que halla ese personaje?
Pues se halla sumido en una situación difícil sin saber cómo ni
por qué, en una peripecia: la situación difícil consiste en
resolver de algún modo decoroso aquella exposición ante el público,
que él no ha buscado ni preparado ni previsto.
José
Ortega y Gasset
Podría
estar divagando sobre este escrito, sobre este símil verdadero, pero
creo que está lo suficientemente claro, además para qué saber lo
mío sobre él, mejor que cada uno se quede con lo suyo. No se aleja
demasiado de un escrito que leí de Baltasar Gracián, el del clérigo
era más duro, su símil del alumbramiento y estancia en este mundo
era bastante más despiadado y eso que éste no es que sea dulce.
Dejo
esto para pensar. No quiero historia, no me apetece escribir, sólo
mostrar a José Ortega y Gasset, enseñar su escrito y abrir el
pensamiento, cada cual el suyo, creo que merece la pena.
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